¿Y la justicia, entonces?



A veces creo que habito en un lugar irreal, lejano de los valores que aprendí de pequeño. Un mundo surreal en el que esos personajes caracterizados como malvados por escritores de ciencia ficción labran como una ironía la realidad y se convierten en los dominantes.
Sin embargo, es el mundo real, y en particular es mi país. Como dicen, la realidad supera a la ficción.
Desde que era un niño he visto que la injusticia es un valor de esta sociedad, en lugar de algo incorrecto. Los niños se encargan de copiar para pasar sus exámenes y lo hacen hasta graduarse, mienten para ocultar sus faltas y lo continúan practicando cuando son adultos. La gente se acostumbra a la picardía, al juego de la astucia para acortar camino, a ser “zorros” y muchas veces desde el lado de la ilegalidad.
Muchos compran artículos robados porque son más baratos. Nos excusamos al comprar productos piratas, muchos evaden impuestos y son capaces de procurar la destrucción del que señala que deberían pagar. Total, las leyes son para romperse, dicen.
La justicia es algo aparente, un concepto bonito en algunos de los artículos en la Constitución, pero en la realidad no se aplica y por más que se busque no se obtiene, o a veces el derecho sirve para favorecer al injusto. Aunque las cárceles estén llenos de supuestos delincuentes, muchos se libran de ella siendo tan culpables o más de los que están confinados. La gente en las comunidades sabe quienes delinquen y no los denuncian, saben quién maltrata a su esposa y no la defienden ni lo denuncian. Se conocen los puntos de asalto y no se hace nada. Se sabe en qué rutas de buses asaltan e igual se deja que pase. Y la mayoría de buses siguen emitiendo smog, envenenando a la población y no pasa nada.
Las desapariciones forzadas siguen existiendo, aunque ya no por política. Y nosotros callados, porque el silencio nos hace sobrevivir o vivir tranquilos. En los últimos meses se habla mucho del juicio a los asesinos de los sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras. Los culpables señalados son militares y se dice que no debería meterse un tribunal español en el asunto, que acá nos mandamos solos y que hay una ley de amnistía que es garante de los Acuerdos de Paz de 1992, que al hablar de eso es abrir viejas heridas y que debemos olvidar.
He visto algunas entrevistas televisivas en las que se interroga a personajes que fueron militares o juristas, que dicen que no es bueno que haya intromisión de otros países en nuestros juicios porque no se debe. Y al oírlos defender la ley de amnistía recuerdo que Albert Einsten afirmó que el que desee una reconciliación debe ceder a un ente internacional para tener objetividad.
Claro entre las partes en conflicto siempre habrá polaridad, paralelismo y por lo tanto injusticia. Sin embargo otras naciones que han vivido sus guerras o periodos de gran represión han ido enmendando poco a poco sus trazos torcidos. ¿Por qué El Salvador no puede? De pronto saltan en la web afirmaciones de políticos de oposición exigiendo también justicia para los empresarios y funcionarios de las décadas de 1970-1980 que fueron secuestrados o asesinados. Y entonces entra el dilema, que los muertos del pueblo no tienen la relevancia de personalidades, estos muertos deben guardar silencio y no exigir justicia. Sólo tienen derecho a la justicia los personajes con fama, ilustres o con dinero.
No es de extrañar en un país como el nuestro, en el que la cultura de las apariencias hacen el juego de la vida. Cómo te ves, así te tratan. Tanto tienes en la billetera o cuántos contactos tienes es lo fundamental para tener un trabajo, optar para un puesto o simplemente sobrevivir. ¿Y la justicia, entonces? Debemos ser francos, todos los delitos de guerra deben pagarse. Los asesinatos de Roque Dalton, Jaime Suárez Quemaín, Mauricio Vallejo, Herber Anaya como de todos los que se encuentran gravados en el Muro del Parque Cuscatlán, e incluso casos como el de Roberto Poma. Todos los delitos.
En tanto, seamos coherentes en cuanto al caso de los jesuitas: este es su momento. Y qué bueno que se dé. Ahora es de esperar que todos los demás delitos sean juzgados y que al fin conozcamos la verdad, así como el lugar donde quedaron los cuerpos de nuestros familiares desaparecidos y asesinados.

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