PAZ Y RECONCILIACIÓN

Por Mauricio Vallejo Márquez

Así como muchos más aún esperan saber qué sucedió con sus familiares y amigos que durante la guerra fueron partiendo sin que se pudieran encontrar sus cuerpos. Era algo normal de esos años, las desapariciones forzosas con las que borraban todas las huellas que les recordara que algo había de malo en este país, de que existían injusticias, de que las cosas debían de cambiar. Claro, también había asesinatos y torturas, muchas para ser exactos.

Sabía que mi papá era un desaparecido político. Lo supe desde muy pequeño, así como las razones (que aunque no entendía del todo, las aceptaba) sabía que eran por una buena razón, porque él al igual que muchos valientes y conscientes salvadoreños luchaban para cambiar las cosas, para cambiar un sistema que nos devoraba y hacía más amargos nuestros días, por la búsqueda de un futuro más justo. Para lograr lo que hoy nosotros vivimos y ellos sólo soñaron: La paz.

Esos años estaban cubiertos de sangre y desesperanza. Una sombra de muerte inundaba nuestro país, una sombra que crecía y parecía que iba a cubrirlo para siempre. Esos días en que la juventud decidió enfrentar al gigante que reprimía a nuestro pueblo, y buscar esos cambios.
Esos años fueron difíciles, la represión y la guerra devoraban todo.
Así, muchos de nuestros padres, amigos y familiares fueron engrosando las filas de desaparecidos y asesinados, por eso era necesario terminar con la represión, con las persecuciones y todos esos delitos de lesa humanidad que eran lo habitual de esas décadas de 1970 y 1980 en las que crecí, en la que crecimos.
No fueron años fáciles, porque además de ver que los muertos eran cada vez más numerosos, también lo eran los salvadoreños que eran obligados a salir del país. La gente se sentía perseguida, insegura. Pero a pesar de eso, la gente enfrentó la guerra y sus consecuencias.
Muchos siguieron construyendo país, en la lucha, en la valentía.

Sin embargo, a pesar del dolor de la represión y la guerra, esos años nos dejaron personas valiosas que estaban dispuestas a perder sus vidas. Muchos murieron defendiendo la búsqueda de la paz.
Y para pronunciar sus nombres no son suficientes estas horas.
Nombres que nos dejaron la paz que ahora vivimos y que nos recuerdan que aún existe mucho por hacer.
Que ellos tuvieron el compromiso y que nosotros, los jóvenes, somos los responsables de continuar labrando ese camino.

Sabía que mi papá era un desaparecido político. Lo supe desde muy pequeño, así como las razones (que aunque no entendía del todo, las aceptaba) sabía que eran por una buena razón, porque él al igual que muchos valientes y conscientes salvadoreños luchaban para cambiar las cosas, para cambiar un sistema que nos devoraba y hacía más amargos nuestros días, por la búsqueda de un futuro más justo. Para lograr lo que hoy nosotros vivimos y ellos sólo soñaron: La paz.

Esos años estaban cubiertos de sangre y desesperanza. Una sombra de muerte inundaba nuestro país, una sombra que crecía y parecía que iba a cubrirlo para siempre. Esos días en que la juventud decidió enfrentar al gigante que reprimía a nuestro pueblo, y buscar esos cambios. 

Esos años fueron difíciles, la represión y la guerra devoraban todo. 

Así, muchos de nuestros padres, amigos y familiares fueron engrosando las filas de desaparecidos y asesinados, por eso era necesario terminar con la represión, con las persecuciones y todos esos delitos de lesa humanidad que eran lo habitual de esas décadas de 1970 y 1980 en las que crecí, en la que crecimos. 
No fueron años fáciles, porque además de ver que los muertos eran cada vez más numerosos, también lo eran los salvadoreños que eran obligados a salir del país. La gente se sentía perseguida, insegura. Pero a pesar de eso, la gente enfrentó la guerra y sus consecuencias.

Muchos siguieron construyendo país, en la lucha, en la valentía.
Sin embargo, a pesar del dolor de la represión y la guerra, esos años nos dejaron personas valiosas que estaban dispuestas a perder sus vidas. Muchos murieron defendiendo la búsqueda de la paz. 
Y para pronunciar sus nombres no son suficientes estas horas. 
Nombres que nos dejaron la paz que ahora vivimos y que nos recuerdan que aún existe mucho por hacer.
Que ellos tuvieron el compromiso y que nosotros, los jóvenes, somos los responsables de continuar labrando ese camino.

Han pasado veintiún años de los Acuerdos de Paz. La guerra para muchos parece ser sólo un mal recuerdo. Se han olvidado las balas, el estrés de la guerra y los muertos.
Sin embargo, en muchos sectores afectados por el conflicto aún se encuentra presente y aún falta mucho por enmendar de esos años. La justicia aún está esperando para que exista una completa reconciliación.
Muchas cosas han mejorado es cierto, como la libertad de expresión y la pluralidad representativa en la Asamblea Legislativa. El sólo hecho de que el FMLN ganó las elecciones presidenciales en 2009 es una muestra de ello. Sin embargo, aún falta trabajo.

El Salvador ha cambiado radicalmente tras los Acuerdos de Paz, las balas entre ambos bandos en contienda cesaron, ya no existen enfrentamientos militares entre el ejército y el FMLN, ahora quienes se enfrentan son los policías y los delincuentes en el campo de las armas. En la política aún hay conflictos que tienen como principal campo de batalla la Asamblea Legislativa.

Qué gran paso dio nuestro país el 16 de enero de 1992 cuando se firmaron los Acuerdos de Paz. Se convirtió en un ejemplo para el mundo por su proceso exitoso y digno de imitarse, pero no logró continuarse esa lucha por reunificar la sociedad salvadoreña porque las limitantes y desequilibrios continúan.

La sociedad civil se organizó para erigir un monumento en el que se recuerda a las personas que fueron asesinadas y desaparecidas en un muro del Parque Cuscatlán, mientras los causantes de esas muertes continúan sus vidas. Los que cometieron crímenes de lesa humanidad deambulan con tranquilidad amparada en la ley de amnistía, pasando por alto que estos delitos no tienen prescripción y deben ser perseguidos, además de castigados.

Muchas cosas han cambiado, es cierto, podemos salir a las calles y no somos perseguidos ni asesinados por pedir justicia gracias a un Acuerdo de Paz, sin embargo esa madurez aún no ha alcanzado para cancelar una deuda con todas las partes y víctimas del conflicto, que mientras pasen más de dos década aún parece que deben ver de lejos la justicia.

¿Quién tomará entonces el compromiso? ¿Quiénes serán los que continuarán luchando por mejorar este país, por hacer que la justicia llegue y que exista una reconciliación? Será la juventud, sin duda. Es esta juventud la que debe continuar luchando.

El Salvador ha cambiado radicalmente tras los Acuerdos de Paz, las balas entre ambos bandos en contienda cesaron, ya no existen enfrentamientos militares entre el ejército y el FMLN, ahora quienes se enfrentan son los policías y los delincuentes en el campo de las armas. En la política aún hay conflictos que tienen como principal campo de batalla la Asamblea Legislativa.
Qué gran paso dio nuestro país el 16 de enero de 1992 cuando se firmaron los Acuerdos de Paz. Se convirtió en un ejemplo para el mundo por su proceso exitoso y digno de imitarse, pero no logró continuarse esa lucha por reunificar la sociedad salvadoreña porque las limitantes y desequilibrios continúan.
La sociedad civil se organizó para erigir un monumento en el que se recuerda a las personas que fueron asesinadas y desaparecidas en un muro del Parque Cuscatlán, mientras los causantes de esas muertes continúan sus vidas. Los que cometieron crímenes de lesa humanidad deambulan con tranquilidad amparada en la ley de amnistía, pasando por alto que estos delitos no tienen prescripción y deben ser perseguidos, además de castigados.
Muchas cosas han cambiado, es cierto, podemos salir a las calles y no somos perseguidos ni asesinados por pedir justicia gracias a un Acuerdo de Paz, sin embargo esa madurez aún no ha alcanzado para cancelar una deuda con todas las partes y víctimas del conflicto, que mientras pasen más de dos década aún parece que deben ver de lejos la justicia.
¿Quién tomará entonces el compromiso? ¿Quiénes serán los que continuarán luchando por mejorar este país, por hacer que la justicia llegue y que exista una reconciliación? Será la juventud, sin duda. Es esta juventud la que debe continuar luchando.

Discurso dictado el sábado 8 de mayo de 2013 en el Auditorio Herber Anaya de la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador
(c) Fotografía de Gloria Anaya.

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